Querido lector, ¿cómo estás?

Es lógico comenzar estas líneas con la misma pregunta con la que comienzo cada sesión de terapia, ¿Cómo estas, querido lector? Volveré a hacerte la misma pregunta tras tu primer impulso o hábito a contestar, querido lector, ¿cómo estás? Conscientemente o no, tu cuerpo y tu ser ya han hablado, y ambos podemos comenzar a “conectar” bajo esa magia que se crea entre dos seres humanos.

Puede que no hayas entendido el sentido de mi pregunta, y es entonces cuando recurro a formularlo de otra forma, ¿cómo te sientes? No es que yo sea una cotilla o que me interese conocer tus secretos; mi propósito es que tú los conozcas, que te “sientas” a ti mismo; eso que hoy en día parece un lujo que sólo me puedo permitir cuando la experiencia es agradable, y a veces ni aun así.

Cuando comienzas a hablar, contándome de ti o de tu realidad, estoy mirándote, algo que a veces puede vivirse como algo intrusivo, no para analizarte, ni para traspasarte, no tengas miedo, sólo estoy sintiéndote, a través del reflejo en tus pupilas de tu SER.

Cuando estás delante de mi, mi cuerpo está en quietud, relajado y “dispuesto” hacia ti. Me sorprendo a veces inclinándome hacia tu relato, o conectando contigo a través de una mano en tu hombro al despedirnos, impulsada desde la naturalidad y la consciencia.

Cuando estoy escuchándote, estoy sintiéndome también a mi misma, cómo “resuenan” tus emociones en mi, cuan parecidos somos.

A menudo se percibe a los psicólogos como “listillos” científicos de la mente o adivinadores de procesos, y estoy de acuerdo. Más yo no poseo poderes ni prometo felicidad, pues no tengo tales fórmulas, la magia sólo es accesible cuando la mente calla.

Desde el primer encuentro aviso de los efectos secundarios de bucear dentro, no obtendrás resultados inmediatos, ni milagrosos, ni será fácil. Después de esto no sé cómo vuelven a verme! Pero imagino que es porque les suena razonable y sincero…

El problema no es que lo estés pasando mal, que te sientas triste, desamparado o angustiado; sino que sólo te sientas así; que ese problema, obsesión o situación te tenga atrapado, sin permitir que emerjan otras cualidades, como la seguridad, la confianza y la ecuanimidad.

No crearé en ti nada que no seas ya. Es cierto que he estudiado libros y he asistido a masters o congresos, pero con nada de eso te ayudaré realmente, es por eso que los psicólogos o terapeutas no podemos acompañar a alguien a transitar por espacios por los que antes no hayamos transitado dentro, no como psicólogos, sino como seres humanos, que es lo que somos.

No te aconsejaría que no te “sintieras” si antes no lo hubiera hecho yo ya, pues estaría alejándome de mi propia esencia, esa que a mi también me ayudaron a despertar, mis maestros en lo que yo veo proyectada mi propia sabiduría, que se va desbrozando poco a poco.

Por eso no te pido que confíes en mi, ni que me hagas caso, ni que me creas; lo que te propongo es descubrir lo que necesitas y desaprender lo que ya no te hace falta para que tú seas tu propio maestro/a, sanador/a y guerrero/a.

La psicología y la terapia son actos profesionales como estructura, sin embargo, como fondo, el arte o el éxito de una terapia se reduce a eso tan simple y tan absoluto que suele tomar en nuestras vidas diversas formas para no llamarlo AMOR.

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