¿Para qué hacer terapia?
A algunos les causará curiosidad la razón de preguntarnos para qué hacer terapia en lugar de por qué hacerla. Es sencillo, preguntarnos el por qué de las cosas además de referirse al pasado, pocas veces tiene respuesta, y si la tiene, es la que nuestra mente quiera generar. En cambio, preguntarnos para qué hacer terapia nos sitúa en el presente, dándonos la oportunidad de abrirnos a recibir lo que venga y lo que necesitamos. La resiliencia es el término que se emplea para referirse a las “ganancias” que se obtienen tras un trabajo interior, buscando no sólo aliviar el dolor, sino sentirnos más completos tras ello.
Todos los seres humanos experimentamos procesos de sufrimiento similares en los que varía la intensidad del proceso. Los síntomas, trastornos y enfermedades son el reflejo fuera de los conflictos dentro, por eso un enfoque psicológico global no sólo contempla las manifestaciones fuera de lo que nos sucede, sino que convierte a la persona, con todas sus facetas, en el protagonista del camino terapéutico.
La terapia busca propiciar un contexto necesario de comprensión, apoyo y calidez, en el que sanar los obstáculos con los que nos encontramos en la vida, que a menudo se viven como estados de represión y bloqueo, en los que las personas nos sentimos atrapadas en nuestra propia existencia.
“Soltar, aceptar, integrar, hacer las paces, conectar con nuestra fuerza…” son algunos de los frutos del trabajo conjunto, en el que el terapeuta cumple el cometido de facilitar y acercar el proceso, siendo la persona la que descubre sus propios pasos, hasta sentirse capaz y libre para ser lo que realmente es.
Antes de comenzar ese camino, siempre es merecido recordar la valentía que conlleva, así como conocer que el camino no el lineal en su recorrido, sin embargo es siempre ascendente.
Dedicamos tiempo a todo aquello que creemos necesario o que nos hará feliz, sin embargo, esos esfuerzos suelen estar fuera (ganar dinero, tener cosas, pasar el rato, estar rodeado de gente…) ¿Cuánto tiempo nos dedicamos a conocer y experimentar dentro?
Permitir las emociones antes de integrarlas
Algunas de las personas que acuden a terapia principalmente se muestran asustadas por lo que sienten y lo que experimentan. El miedo es una emoción natural, sin embargo, dejar que el miedo nos domine añade dolor al proceso. La mayoría de esas personas se asustan por experimentar ansiedad, o reprimen el llanto, lo que hace que el proceso natural de sanación se paralice, a causa del miedo.
Los seres humanos vivimos en la ilusión de que controlamos nuestra vida, o que podemos decidir de forma madura sobre ella, sin embargo, hay ya evidencia de cómo las decisiones que tomamos cada día no se hacen desde el lado consciente y racional que dirigimos, sino desde la parte emocional, inconsciente que no conocemos y que no obedece a nuestros deseos. Por ello, es tremendamente útil conocer esas partes y llevarnos bien con ellas, y sobretodo, aceptar que son parte de nuestra naturaleza.
El dolor de ausencia
A veces no sólo el problema está en la vivencia de las emociones desagradables, sino que eso conlleve a no experimentar las agradables. Es frecuente que por experimentar dolor, frustración o tristeza en un área de nuestra vida, se expanda al resto, relegando así la capacidad de vivenciar alegría, placer o amor. El “dolor de ausencia” tiene que ver con lo que dejamos de hacer y de disfrutar, a razón de que existan emociones desagradables. Puede que sentirte cansado y estresado no sea tanto el problema como no encontrar el tiempo o la forma de descansar y relajarte. Tal vez valores mucho la conexión con otras personas pero tu dolor ahora te impide comprometerte de verdad con ellas, por lo que un nuevo dolor se suma a Tu dolor. De esta forma, cuanto más escapas de tu dolor más dolor pesa sobre ti al evitar cosas. Mientras nos empeñamos en liberarnos del dolor de presencia más dolor de ausencia experimentamos.
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